Vivimos en la era tecnológica. Todo es digital: películas, series, libros, música… Prácticamente la totalidad del mundo de las artes y la cultura, se ha fotografiado, convertido o directamente creado a formato digital, para que cualquier usuario pueda acceder a él desde su teléfono móvil, tableta u ordenador. Los más importantes museos del mundo, tienen sus colecciones más destacables en paseos virtuales en sus webs o directamente en apps específicamente creadas para disfrutar su contenido. Los escritores han dado el salto al mundo digital publicando sus novelas en este formato. Incluso escritores noveles y sin el apoyo de grandes editoriales, publican sus primeras obras en digital a precios muy reducidos para darse a conocer.
Cuando el mp3 (el sistema de compresión de audio que permitía subir a la web archivos musicales, aliviando su peso) apareció en escena, empezaron a aparecer plataformas de intercambio de estos archivos entre usuarios. Surgió entonces un debate en torno a la legalidad de esta práctica, y la criminalización de este tipo de plataformas no tardó en llegar, tras las denuncias de creadores e intérpretes. Pero una cosa quedó clara; la manera en la que iba a consumirse la música de manera masiva a partir de ese momento, cambió para siempre.
Se le achacó al mp3 el ser un sistema de poca calidad de audio, de ser el causante de que se vendieran menos discos… pero lo que no sabíamos aún, es que era el germen de la creación de una nueva industria que se dirigía hacia el futuro. Un cambio al que al final todo el mundo se sumó.
Comenzaron a aparecer dispositivos especiales para escuchar mp3, de todos los tamaños, colores y capacidades, que hoy han sido desplazados por el propio teléfono móvil.
Hoy, con una regularización del consumo digital de contenidos, existen multitud de plataformas que permiten escuchar música en cualquier dispositivo, pagando una tarifa plana que nos permite escuchar todo el catálogo musical de artistas adheridos a este sistema. Hoy, prácticamente todos los artistas ponen a disposición de todo el que quiera escuchar, sus creaciones. En los primeros años en los que este nuevo sistema comenzaba a despuntar, algunos artistas fueron reticentes a utilizarlo y “colgar” en él sus creaciones: el catálogo completo de The Beatles no ha aparecido en internet de forma legal hasta ahora. Lo mismo le ocurrió a Metallica o a artistas más alternativas como Loreena McKennitt, que han tardado algunos años en caer rendidos a la nueva forma de consumo.
Esta nueva dirección, ha creado también un nuevo modelo de negocio: el de los nostálgicos que prefieren los formatos físicos. Ahora, los artistas presentan ediciones físicas de sus trabajos muy especiales, en formato caja, o incluyendo autógrafos, fotos limitadas o incluso canciones inéditas que no se encuentran en las ediciones digitales online, favoreciendo en muchos casos la compra del formato físico por parte de los más fanáticos, que no se conforman con la edición digital. Esto también ha favorecido el regreso de formatos que quedaron obsoletos con la comercialización masiva del cd en los años 90, como el vinilo o incluso el cassette.
Y ni que decir tiene, que la música digital y su retransmisión por internet, ha permitido la aparición de negocios como el nuestro: el hilo musical es hoy en día de más calidad y con infinitas posibilidades.