En multitud de ocasiones hemos escrito en este blog sobre la relación entre la música y el mundo animal. Infinidad de pruebas y estudios se llevan a cabo con animales, en los que se pone a prueba su capacidad mental y su nivel de relación con la música o los estímulos sonoros. ¿Reconoce el perro la voz de su amo? ¿Influye la tonalidad a la hora de obedecer órdenes? ¿Es capaz un gato de responder a su nombre? ¿Le gusta a nuestro hámster cuando ponemos música heavy metal en casa?
Algunos de estos estudios demuestran las capacidades que tienen los animales para responder a estímulos sonoros y musicales. No olvidemos que en el reino animal, el sonido es de vital importancia, y muchas veces la supervivencia de determinados individuos o incluso algunas especies, depende dramáticamente de cómo se relacione sonoramente con el ambiente que le rodea. No olvidemos el canto de los pájaros, o cómo los ciervos emiten determinados sonidos llamando al apareamiento en época de celo.
Pero el caso que os relatamos aquí hoy, es posiblemente uno de los fenómenos más interesantes de observar en la naturaleza y que está estrechamente ligado a la vida humana.
Desde épocas ancestrales, cuando el hombre descubrió las ventajas de la ganadería para sí mismo y para su comunidad, los humanos hemos buscado la manera de influir en los animales para obtener resultados concretos; aportarles calma para una obtención mejor del producto que puedan ofrecernos (leche, lana…), y como en el fabuloso caso que aquí nos ocupa, poder controlar grandes cantidades de grupos de animales y que respondan a nuestra llamada.
El pastoreo, es desde tiempos remotos, la forma de ganadería más natural y que el hombre no ha parado de perfeccionar buscando la comodidad y buen vivir de sus reses, así como obtener los mejores productos de esta forma de vida. Los pastores han sido los encargados de llevar al ganado a pastar, esto es, conseguir alimento de forma natural. Para ello, deben recoger a cada una de las piezas que conforman el ganado (tanto propio como ajeno) y llevarlas hasta montes y prados, donde el alimento abunda. Pero el problema viene cuando acaba la jornada y los animales deben volver a su lugar de reposo. Existe una manera increíble de llamar a un grupo numeroso de animales y que acudan a nuestra llamada… y no es otro, que cantarles una canción.
Este es el caso de la antiquísima tradición pastoral de Irlanda. Los pastores de ovejas, crean canciones específicas para sus rebaños y las enseñan a estos, para que a la hora de interpretar la canción, las ovejas la reconozcan y vayan al encuentro de su pastor. Algunos más rítmicos y otras más suaves, los temas musicales son identificados por los rebaños que no dudan en acudir al lugar de donde emana la música; su pastor.
Es increíble observar a los pastores veteranos entrar en un mar de ovejas propiedad de diferentes familias, comenzar a cantar esta clase de canción sin sentido y las ovejas de las diferentes familias se separan y persiguen a sus pastores. Las ovejas saben a quién seguir en función de la canción, y esto ayuda a evitar robos y confusiones de pastos. Los pastores utilizan para ello unas músicas pegadizas, aderezadas con palabras y frases no existentes, como de un idioma desconocido, para dirigir a sus rebaños.
Algunos grupos musicales enmarcados dentro de la cultura celta, han realizado grabaciones de este tipo de canciones en estudio, para conocimiento y deleite de todos nosotros.
Para finalizar este artículo, os dejamos con uno de estos temas tan especiales, interpretados por el grupo holandés, Omnia.