Ya llegó el momento predilecto para todos los que viven la Semana Santa con pasión y de forma activa. La Semana Santa, con sus dulces típicos y sus características procesiones, llenan las calles españolas, especialmente las andaluzas, en una demostración de fe única en el mundo y que atrae a un gran número de turistas. Son las llamadas procesiones (cortejos de fieles en los que se representa, a través de imágenes talladas en madera que son paseadas por la ciudad, diversas etapas en la vida, muerte y resurrección de Cristo), las que acaparan la atención de todo el mundo. Y como elemento común en todas las procesiones; la música. Ese elemento que acompaña a las imágenes, que bailan al son de las diversas marchas que son interpretadas en directo durante su trayecto.
Esta música recibe el nombre de Marcha Procesional. Un género musical en sí mismo que comienza a fundarse en el siglo XIX, aunque con una connotación fúnebre. Las primeras procesiones que contaban con música, y al no haber aún un repertorio compuesto para tal ocasión, las bandas interpretaban marchas de conocidos compositores, como la tercera Sinfonía de Beethoven, la famosa marcha fúnebre de Chopin o incluso El Ocaso de los Dioses de Wagner. Pronto este repertorio fue cambiado gracias a la aparición de las primeras composiciones destinadas a cofradías y hermandades.
Ya en pleno siglo XX, las ciudades españolas qué más cantidad de marchas procesionales originales arrojan, destacan Sevilla, Cartagena, Madrid o las islas Canarias. Aunque pueda parecer extraño, en Las Palmas de Gran Canaria se compone la marcha procesional La espada del dolor. En los años 20 se funda la revista Harmonía, destinada a compartir y las marchas compuestas, para que bandas de todo el país pudieran integrarlas en sus repertorios.
En el primer tercio del siglo XX tiene lugar la aparición de las primeras marchas para bandas de cornetas y tambores, siendo la primera de todas la Banda de CC. y TT. del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga , cuyo compositor de cabecera fue el maestro Alberto Escámez, que fue músico militar y el creador de las marchas de cornetas y tambores más famosas de la época.
Sus marchas procesionales se consideran dentro del repertorio clásico. Compuso marchas como «Consolación y Lágrimas» en 1922, «La Expiración» en 1926, «Virgen de la Paloma», «Virgen del Rocío» o la más famosa de ellas, «Cristo del Amor» compuesta en 1944, siendo referente de las marchas de cornetas y tambores. La mayor parte de su actividad se desarrolló en Málaga y otras zonas de Andalucía. Las marchas de Alberto Escámez se consideran un clásico y se interpretan por toda España.
Hoy en día siguen existiendo compositores de este género, que lejos de morir, se encuentra en un buen estado de salud. Algunos compositores se ciernen a las normas preestablecidas por la tradición de los años y otros prefieren componer de forma innovadora, aunque sus composiciones son las menos utilizadas por las bandas, que prefieren utilizar las elementos sonoros que al fin y al cabo el público demanda en una procesión.