Cuando a nuestros oídos llega música clásica nos vienen muchas ideas y conceptos a la mente. Asociamos la música clásica a un cierto nivel de lujo, ambientes sofisticados y de categoría, pero también la asociamos a tiempos ya pasados, a épocas clásicas y siglos perdidos muy atrás en el tiempo.
Pero ¿se hace música clásica hoy día? ¿Se estrenan óperas actuales? La respuesta es sí. Hoy en el blog te presentamos a uno de los máximos exponentes de la música clásica (y del minimalismo) de la actualidad, el genial compositor Philip Glass.
Tal y como reza su libro biográfico, Philip Glass ha creado, casi sin ayuda, el sonido dominante de la música clásica de finales del siglo XX.
Y es que en su haber se encuentra la composición de 20 óperas, 11 sinfonías, tres conciertos para piano, numerosas obras para violín y orquesta e incluso componer la banda sonora de Drácula de Tod Browning, una de las primeras películas sonoras que se estrenaron y que contaba en su banda sonora con muy poca música, que además se seleccionó de piezas clásicas existentes.
Philip Glass, de 82 años se convierte así por mérito propio en uno de los compositores más importantes de nuestro tiempo, aunque no tan conocido como sus contemporáneos John Williams o Jerry Goldmith, que popularmente son más valorados al haber puesto la banda sonora de películas muy míticas.
Comenzó a interesarse por escuchar música clásica desde pequeño en su casa natal de Baltimore, EEUU. Su padre regentaba una tienda de música en la ciudad y se llevaba a casa los discos que no se vendían por si estaban en mal estado.
Durante las noches los escuchaba y sin ser consciente de ello, el pequeño Philip se deleitaba con la música escondido en las escaleras.
Este amor por la música le llevó a aprender a tocar el violín con tan solo seis años, la flauta y el piano a los 8 y a realizar sus primeras composiciones a los 15.
Las bandas sonoras de importantes documentales como la trilogía Qatsi o en películas como el éxito taquillero de los 90 “El Show de Truman” -con el que ganó un Globo de Oro-, «Las Horas» -con la que ganó un Bafta-, o su tema «Pruit igoe and Prophecies» incluido en la banda sonora de la película Watchmen, lo pusieron ante el gran público.
Es cierto que la popularidad y el impacto social de la música clásica no es comparable al que tuvo este género musical en épocas pasadas, ya que durante el siglo XX y la proyección de la técnica, la radio y la inmediatez, la música giró hacia otros derroteros.
Se crearon nuevos instrumentos electrónicos y los clásicos parecieron pasar a un segundo plano utilizados tan solo en unas pocas producciones.
No obstante, el valor real de la música no es proporcional al número de oídos en los que impacta. Que no esté de moda o no sea conocida popularmente, no la hacen inexistente o carente de interés.
Muy posiblemente, al estar al margen de la comercialidad, la música clásica actual goza de libertad creativa y sus autores aunque no reconocidos por las grandes masas, captan la atención de aquellos que aman la música por encima de modas pasajeras.
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