Los términos oír y escuchar siempre han tenido una relación muy estrecha, e incluso mucha gente piensa que vienen a significar los mismo.
Pero nada más lejos de la realidad. Se da la circunstancia de que acto de escuchar depende del acto de oír, pero oír no implica que se dé el hecho de escuchar. Como dice el refranero tradicional, aquí no se cumple el refrán “tanto monta monta tanto”.
Y la explicación a estos dos actos es mucho más sencilla de lo que pensamos.
El acto de oír viene determinado por los sonidos que percibimos a través de nuestros oídos, sin el hecho de escuchar lo que oímos. Es decir, oír es un hecho puramente fisiológico. Es un acto involuntario.
Pero el acto de escuchar implica, por un lado, el hecho de oír los sonidos (y/o palabras), y por otro lado entender e interpretar lo que oímos. Implica el uso de nuestra mente, haciendo uso de nuestra capacidad de raciocinio, prestando atención y entendiendo lo que oímos. Por ello el acto de escuchar requiere de intención por parte del sujeto.
Todo esto viene en relación al tema que queremos explicar a través de este artículo, el Sensory Branding o, dicho de otra forma, el marketing sensorial de marca.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de la importancia del uso de los sentidos a la hora de establecer una estrategia comercial, ya sea la vista, el olfato, el tacto, el gusto, y el que vamos a tratar hoy, el odio.
El Sensory Branding viene siendo utilizado desde hace más de sesenta años.
A finales de la década de los cincuenta, en la que las estrategias comerciales se basaban principalmente en el oído y la vista, cuyas plataformas de distribución publicitaria eran principalmente la prensa escrita y la radio, algunas empresas como McDonalds o Kellogg’s empezaron a utilizar sonidos característicos de sus productos a la hora de realizar sus anuncios de radio.
La popular empresa de cereales llego incluso a contratar los servicios de un prestigioso laboratorio danés, para que dieran la consistencia a sus populares Corn Flakes, para que a la hora de tomarles tuviesen un crujido característico y diferente del resto de otras marcas, llegando a incluir en sus comerciales ese sonido del que se había dotado a sus cereales para que, a la hora de escucharlo, el oyente los asociase directamente al producto, incitando a su consumo.
De igual forma, la todopoderosa empresa de refrescos Coca Cola hizo algo similar, utilizando un revolucionario sistema de tapadera para sus vasos de plástico, incluyendo un orificio en la parte superior, utilizando el sonido característico que se realiza al introducir la pajita por dicho orificio.
Más recientemente, con la llegada de las nuevas tecnologías, empresas de telecomunicaciones han utilizado como reclamo la creación de sus propias melodías, como puede ser el archiconocido tono de llamada creado por Nokia.
Esta asociación de sonidos característicos y propios de cada marca hacen que nuestro cerebro al oírlos, activen directamente la capacidad cognitiva y hagan que nuestro cerebro pase a “escuchar” esos sonidos e interpretarlos, llegando a incitar a nuestra mente a querer consumir esos productos.
Esta más que demostrada que la herramienta más efectiva y utilizada por las marcas es el uso de su propia melodía, jingle o canción.
Por eso desde Motiva te aconsejamos crear tu propio hilo musical, incluyendo en el mismo tu propia publicidad. Nuestro equipo de contenidos y marketing te puede asesorar en todo lo necesario para conseguir potenciar las ventas de tu negocio o empresa.